Esta es una de las más famosas preguntas difundidas entre padres e hijos, cuyo interés por el instrumento de seis cuerdas acaba de despertar. Y como toda buena pregunta, no es sencilla de responder, pues si se opta por una u otra sin evaluar previamente sus ventajas y desventajas, podría incluso llegar a frustrar el aprendizaje. Créanme, lo digo con el peso de diez años como profesor de guitarra. Hoy quiero compartirles mi respectiva experiencia, teniendo en cuenta aspectos favorables y contrarios de ambos tipos de guitarra al momento de comenzar.
Empezaré diciendo que todo depende del tipo de música que el alumno desee aprender.
Guitarra eléctrica
Por ejemplo, si les pasa como a mí, que aparece un chico cuyos dedos le queman por tocar el que quizá sea el solo de guitarra más famoso del rock: el de Sweet Chil´d o mine de Guns n´Roses, naturalmente pensaremos en presentarle a la guitarra eléctrica. Con tiempo y esfuerzo, tendremos a nuestro alumno creyéndose Slash en medio de su sala, con el volumen a tope y reventando los tímpanos de sus padres y vecinos, pero muy contento al fin y al cabo. Y eso es realmente grato. La guitarra eléctrica es un instrumento que tiene como una de sus principales ventajas principales, la enorme acogida entre niños y jóvenes, desde su creación, en los años cincuenta hasta el día de hoy.
Sin embargo, aquí nos enfrentaremos a una de las primeras desventajas iniciales. Tengamos en cuenta que Slash tiene detrás de su guitarra un baterista, un bajista y una segunda guitarra que sirven de base a su famoso solo de guitarra. Imaginen aquel solo, o cualquier otro famoso que les venga en mente, sin el acompañamiento de batería ni de bajo ni teclado, según sea el caso. Sería como meter un golazo desde media cancha, sorteando estáticos conos de plástico, sin arquero y sin gente en las tribunas. Un vacío total… Entonces, punto número uno: la guitarra eléctrica no es instrumento que popularmente se escuche en versión solista. Por ejemplo: Si queremos aprender rock, género musical implantado a los genes de la guitarra eléctrica, o cualquier otro género donde dicho instrumento tenga protagonismo —metal, jazz, cumbia, baladas, etc— podríamos sentirnos un poco frustrados, si en un tiempo corto, no nos enrolamos a una banda completa.
Por supuesto, existen piezas para guitarra eléctrica sola. Pienso por ejemplo en las bellas composiciones de Stanley Jordan, Steve Vai, y en un sinfín de arreglos de piezas clásicas —Bach, Vivaldi, Beethoven—, pero les aseguro que, así nos pasemos un mes entero con el oído pegado a la radio, no encontraremos el mínimo indicio que insinúe su existencia. Mucho menos en el veloz mundo sonoro al que están expuestos los más jóvenes hoy en día.
Aun así, esta desventaja inicial es fácilmente remediable con un poco de paciencia. Si no tenemos entre nuestros cercanos algún aspirante a bajista o baterista, tenemos la facilidad global de buscarlo por internet. Por otro lado, hoy en día algunas escuelas de música cuentan con bandas de alumnos como parte de su malla curricular. Claro está, me refiero al hipotético caso que nuestro alumno desee ir un poco más allá con el asunto de la música y tenga el interés de integrar una escuela, formar su banda o, por qué no, alimentar el reducido repertorio de música para guitarra eléctrica sola.
Guitarra acústica
Si pensamos en la guitarra acústica, quizá más de uno asociará este instrumento con canciones de iglesia o aquellas cantadas alrededor de una fogata en un ocaso playero. Si es así, por más gracioso que suene, nos topamos con un aspecto que desde ya constituye una ventaja para el instrumento de madera. Su fácil naturaleza portátil. A diferencia de la guitarra eléctrica, no necesitamos transportar un amplificador que, dependiendo del tamaño y la potencia, puede incluso rebalsar el espacio de una maletera de auto común.
Respecto al ámbito musical, la guitarra acústica cuenta con una ventaja histórica que al mismo tiempo puede en muchos casos tornarse en desventaja. Tengamos en cuenta la antigüedad de este instrumento. Su desarrollo cuenta con cientos de años de evolución y música escrita para su formato acústico y solista. Pensemos en una de las piezas más famosas compuesta para guitarra acústica: “Recuerdos de la Alhambra”, del compositor español Francisco Tárrega. La primera impresión producida en un oyente no acostumbrado a este tipo de música, será que hay dos guitarras ejecutando la obra. Por un lado tenemos la melodía efectuada con la técnica del trémolo, y por el otro, las cuerdas graves tocando el acompañamiento. Esto se debe a la concepción global de la obra, pues su forma final, perfecta y entera, está pensada desde un inicio para el formato de guitarra acústica solista. A diferencia del ejemplo que expuse arriba, una pieza de estas características no necesita “acompañamiento” —batería, bajo, teclado—. Se sostiene por sí misma.
Pero, objeción, si la música está compuesta para guitarra, ¿pueden aquellas piezas tocarse en ambos instrumentos? La respuesta es no, y esto debido a dos razones. La primera, la naturaleza sonora de cada una. Mientras la guitarra acústica cuenta con una caja de resonancia propia que acopla y distribuye los sonidos simultáneos de forma “limpia”, su hermana eléctrica entremezcla los sonidos aumentando sus armónicos y superponiendo frecuencias que “ensucian” un poco el equilibrio entre notas; la segunda razón se debe a la medida de separación entre las cuerdas de uno y otro instrumento y al material con que estas se fabrican. En la acústica se suele usar el nylon y cada cuerda dista de otra por un amplio espacio donde los dedos calzan con facilidad y el toque de arpegios rápidos y melodías con acompañamiento es más accesible; mientras que en la eléctrica, sus cuerdas de metal dificultan tal método de tocar y es por eso que el uso de la plumilla o plectro es más común en este instrumento.
Volviendo al tipo de música en la guitarra acústica, quiero referir ahora la desventaja de su tradición histórica, aplicada a nuestros días. Esta debe entenderse de la siguiente manera: si tomamos como punto de partida el estudio de la guitarra clásica como método de aprendizaje —Recuerdos de la Alhambra es una obra que encaja dentro de lo que se conoce como guitarra clásica—, podríamos correr el riesgo de espantar a un niño, pues, naturalmente, este no sentirá una atracción de entrada por piezas compuestas hace trescientos o cuatrocientos años. Si bien su método es infalible como aprendizaje técnico del instrumento, muchos oídos actuales podrían encontrar a sus piezas fuera de tiempo y carentes de interés. Ojo, estoy aludiendo a un oyente común y corriente, que ve la música como un bonito pasatiempo, pero nada más. Hablar de un alumno de Conservatorio es viajar a un universo diferente, porque el panorama cambiaría si un niño/a demuestra aptitudes para estudiar la guitarra clásica en el Conservatorio, pero en este artículo no apunto del todo a ello. Por más buen método que se use, inculcar el gusto por la música clásica para guitarra es algo que con el pasar del tiempo va siendo cada vez más difícil.
Otra ventaja de la guitarra acústica es que, por ejemplo, sirve de buen acompañante para un canto de voz. Reemplazar todos los instrumentos de una banda por un sencillo acompañamiento de rasgueo de guitarra acústica es un cambio con buenos resultados. La caja de resonancia de madera permite un adecuado acompañamiento para la voz solista. Y aquí sí tenemos incontables ejemplos de este uso. Desde los trovadores hasta los grupos de rock cuando versionan sus temas potentes en formato acústico. Por eso las canciones de misa y las tardes de fogata con guitarra acústica, son infalibles en cierto modo. No es muy común oír una sola voz cantando sobre una guitarra eléctrica sola, aunque hay ejemplos, por supuesto.
Pero, si sé tocar guitarra acústica, ¿sé también tocar guitarra eléctrica o viceversa?
Sí y no. Si nuestro repertorio corresponde a un estilo de música donde predomina uno de los dos instrumentos, difícilmente podremos obtener el mismo resultado musical tocándolo en uno u otro indistintamente. Repito, depende mucho de la música que se desee aprender. Además, y como aspecto principal, la técnica usada en ambos instrumentos es muy, pero muy diferente. Me animo a calcular una diferencia de un 90 por ciento entre cómo tocar un instrumento y otro. La posición y el tipo de toque en ambas manos —en resumen, la técnica— varía enormemente entre la acústica y eléctrica. Sin embargo, es importante resaltar lo siguiente: ninguna es más “fácil” que la otra.
Para finalizar, quisiera comentarles que, como todo instrumento, ambas requieren de mucha disciplina y paciencia, cualidades en peligro de extinción a causa del mal uso de la tecnología, como método de distracción y aprendizaje. ¿Acústica o eléctrica? La que mejor se adecúe a sus gustos musicales.